La sal común o también llamada sal de mesa se utiliza como conservante, para deshidratar alimentos, para enmascarar sabores desagradables, para facilitar la retención de agua o, simplemente, para hacer al alimento más sabroso.

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La sal (sodio) es indispensable para la vida, pero también parece tener un efecto perjudicial para la salud si se consume en exceso, ya que un consumo excesivo afecta negativamente a la presión arterial y ésta puede provocar enfermedades cardiovasculares (infartos cerebrales, infatos cardiacos). Por otra parte, el abuso en el consumo de sal, presenta una asociación epidemiológica con otras enfermedades como la osteoporosis, la litiasis renal, o con determinados tipos de cáncer como el cáncer gástrico.

Las necesidades diarias de sal varían según la edad, sexo, peso, estado fisiológico (crecimiento, embarazo, lactancia), nivel de actividad física, estado de salud, etc. pero lo que parece claro es que nuestro cuerpo no necesita consumir cantidades elevadas de sal. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda para la población adulta en general con una vida sana y sin esfuerzos prolongados, el consumo medio de 5 g de sal al día, lo que equivale a una cucharadita de sal llena (tamaño cucharita de café) o a 2 g de sodio al día, y que sea sal yodada para así garantizar el buen funcionamiento del tiroides..

Es importante recordar las dos formas en la que podemos encontrar la sal: "visible" y la "invisible". La primera hace referencia a la sal añadida durante el cocinado y condimentado de los platos; y, la sal "invisible" corresponde a la sal que proviene de los alimentos de forma natural, o añadida en los alimentos procesados (platos preparados, snacks, quesos, cereales…). Es interesante tener en cuenta esta clasificación porque esta sal añadida en los procesados al igual que la "visible" son las que se pueden reducir.