Dr. Ignacio Jiménez Alfaro

Los ojos son una de las partes del cuerpo más susceptibles de padecer lesiones durante el verano. Entre los principales factores que pueden dañar nuestros ojos encontramos la alta luminosidad ambiental, la exposición al sol y el cloro de las piscinas, así como las altas temperaturas, la sequedad del ambiente y una deficiente protección a la hora de practicar determinados deportes.

Por ello el Servicio de Oftalmología del complejo hospitalario Ruber Juan Bravo dirigido por el Dr. Ignacio Jiménez-Alfaro Morote, Profesor Titular de Oftalmología de la Universidad Autónoma de Madrid, ofrece una serie de recomendaciones básicas para el cuidado de tus ojos en esta época.

Uso de gafas de sol

La excesiva exposición a las radiaciones solares (en concreto, a las ultravioletas UVB y UVC) está muy vinculada a sufrir quemaduras corneales o queratoconjuntivis, así como a intensificar determinadas afecciones como la aparición de tumores conjuntivales (pterigion, pinguéculas…) y enfermedades retinianas como la degeneración macular.

El uso de gafas de sol con un filtro adecuado es el mejor método para prevenir estos problemas. Existen cinco tipos de filtro categorizados según la luminosidad transmitida por la lente: el filtro de categoría 0 es para interiores y cielos cubiertos, el nivel 1 es para días seminublados y ofrece una protección mínima, la categoría 2 es para un sol suave, mientras que la 3 proporciona una protección elevada para casos de luminosidad fuerte como el sol de playa. Por último, la categoría 4 está indicada para casos que requieren una máxima protección como la práctica del esquí o estancias en la montaña. Esta última categoría no es apta para la conducción, ni siquiera de día.

Junto al filtro de protección el color de los cristales determina la luminosidad y el tipo de radiación que recibirá el ojo. Entre los colores más adecuados para los cristales de gafas se encuentran el amarillo, el rosa, el gris, el verde y el marrón.

Precauciones con el agua

Durante el verano estamos muy en contacto con el agua. El agua del mar tiene una alta concentración de sal y el agua de las piscinas contiene cloro que puede irritar los ojos. En el agua de las piscinas es además más fácil adquirir infecciones que pueden causar conjuntivitis. Los síntomas de irritación ocular incluyen ojo rojo, lagrimeo y molestias. Los síntomas de la conjuntivitis suelen ser más intensos, se acompañan de secreción, inflamación palpebral e incluso visión borrosa. Para evitarlo es muy útil el uso de gafas de sol y gafas de agua.

Si ya existen los síntomas de ojo rojo y molestias tras un día de playa o piscina lo mejor es lavarse los ojos con suero salino frío y evitar frotarse los ojos. Si los síntomas persisten se debería consultar a un especialista.

Uso de lentes de contacto

Los portadores de lentes de contacto no deben utilizar, bajo ningún concepto, las lentillas en las piscinas o el mar ya que son susceptibles de padecer importantes infecciones causadas por un protozoo llamado acanthamoeba. Si este agente infecta los ojos causa una úlcera muy dolorosa que puede llegar a provocar pérdida visual permanente.

Aires acondicionados

El ojo tiene una capa de película lagrimal que lo mantiene lubricado. Los aires acondicionados incrementan la evaporación de la lágrima que puede provocar la sequedad ocular. Esto ocurre sobre todo en aquellas personas que sufren de ojo seco o mala calidad de la lágrima. La sequedad ocular también se puede agravar en lugares poco húmedos o condiciones ventosas. Los síntomas incluyen sensación de cuerpo extraño, escozor y picor con o sin ojo rojo. El uso frecuente de lágrimas artificiales puede ser de gran ayuda en estos casos.